27 de noviembre de 2012

Domingo

Ya no busco el instante,
no pretendo los motivos
y mi mente adormecida
se sumerge en el mar,
donde juego a desafiarme
adentrándome en abismos,
para ver si así consigo
un instante de realidad.
El café de la mañana
me detiene en el castigo,
cuando a los pies de nuestra cama
veo que tú no estás,
en mi bosque de pensamientos
llevo varios siglos perdido
y tu voz ya no susurra
por donde debo escapar.
Nuestra casa está tapiada
y en ella tu ausencia es el cuchillo
con el cual a cada instante
yo me quiero desangrar,
pero el corazón que me arde
me devuelve al precipicio,
en donde cada tarde de domingo
te busco por no saltar.
No quiero que mis palabras
te parezcan un castigo
que me infrinjo cada noche
que no logro descansar,
ya bien sabes, son el manto
con el que vivo protegido
de la lluvia que me invita
a entender que ya no estás.

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