3 de octubre de 2012

El hijo negado de la compasión

Tanta claridad 
en las palabras y los silencios, 
termina por lastimarnos los ojos. 
Ellos sangran de rabia contenida,
de insensatez
de piedad,
de hastío.
Nos obligan a exudar hiel 
por los poros abiertos de la desesperación
y no hayamos 
una sola parte de nuestro cuerpo
dispuesta a cobijarnos en un abrazo.
Somos
los hijos negados de la compasión
la misma compasión
que nos amamantara en los primeros años.
Buscamos convencer al alma 
de que no nos abandone
pero aún así,
entre suplicas 
y nudillos que se quiebran,
ella nos abandona,
nos deja solos,
aferrados a los huesos mortecinos
que no nos miran,
que niegan ser nuestros,
que nos evaden 
y se desintegran
en la absurda súplica
de que los dejemos respirar.
Y no respiro,
me niego el aire reparador del instante,
la bocanada de oxígeno
que anhelo,
la niego,
digo: "No es para mi"
y me ahogo
y así me quedo
impávido
indolente
buscando las palabras
que me ayuden a no volar
hoy,
que juego en las cornisas de la mente.



1 comentario:

  1. Muy bueno Damiancho, un fuerte abrazo.....mi querido amigo. César

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