24 de noviembre de 2010

Ganas a nada

Hoy no tengo ganas de volver a nacer, no me hace falta. Estoy conforme conmigo mismo y eso me alcanza. 
Que desaparezcan entonces los sofás carroñeros de horas muertas antes de existir, que la incertidumbre se haga trisas contra el espejo adulador y por fin las veredas coqueteen con las suelas de mi zapatos una vez más. 
Yo me niego a una plácida e insípida existencia, me quiero declarar la guerra a mi mismo y dar por tierra con la absurda sensación de ingravidez que me ata al mundo imaginario que cada mañana destruyo, pero que en ensoñaciones de café con leche vuelvo a construir para justificarme a cada sorbo amargo de angustia y soledad.
Tengo muchas ganas de nada y al mismo tiempo no quito mis ojos del todo seductor de ahí afuera, donde las musas son luces en los ojos de los hombres y mujeres que se aventuran a vivir y yo, por miedo a que peligre el estado de vacío en que me hallo, trabajado y sudado estado en que me hallo, titubee y una chispa de inquietud, me quite de él para siempre y me obligue a madurar.

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