21 de noviembre de 2010

Callarse.

Nos llaman a silencio desde todas las esquinas y nosotros, cual perro asustado callamos en u acto desesperado de no molestar. Pero claro, tanto callar y callar no puede ser del todo bueno, por dos motivos muy claros, el primero, porque la persona a la que no le decimos lo que realmente pensamos y sentimos se hace fuerte en la convicción de ser ella la que domina un acto, un hecho o lo que fuera que esté sucediendo y nosotros, metamorfoseados en avestruces callamos impunemente y segundo y para mi el más importante de los dos, porque todo lo que no digamos muere en nuestro interior y se va pudriendo y además de que la otra persona sigue en sus trece, nosotros ganamos una úlcera del tamaño de un puño y todo porque no queremos molestar, no queremos que la otra persona piense que dejó de importarnos o que en un arranque de estupidez nos haga a un lado. 
Yo, que vengo tomando almax desde hace varios meses, he decidido dejar de callar para que la putrefacción de las palabras no dichas dejen de hacer mella en mi y cargue con ellas el destinatario de turno.

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