De un trago,
como un latido inconcluso
que se revela,
bebió su propia muerte,
obligada por el fuego inhumano
por el impulso incontestable
de su propia vida,
que se iba esfumando
a cada segundo
a cada espasmo.
Consternada
ante esta nueva visión de su futuro inmediato,
bramo y su grito
abrió las fauces del infierno
desató su alma que aferrada a sus huesos
desesperada, no quería salir,
no deseaba abandonarla,
y la entregó en sacrificio
y al fin cayó
derrumbada
vacía
convertida en nada
ante los ojos atónitos
de todos los muertos
que en ella habitaban.
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