Cuando estamos en lo más alto, basta con mover las piedras que nos encontramos en el camino para que nos broten amigos a borbotones, los halagos son la miel más dulce y hagamos lo que hagamos, no importa, somos como dioses que dominan sus mentes y a un chasquido de nuestros dedos, muy a pesar nuestro, se muestran como perros falderos riéndonos las gracias y hasta las pedorretas. Nos cuesta distinguir en este punto, lo que es verdadero y auténtico, de lo que no lo es. Tristemente no hay escuelas para ello. Pero como es sabido, una vida en la cresta de la ola no es real, no dura para siempre y ahí, es cuando los perros falderos se convierten en hienas voraces que comienzan a desmembrarnos hasta dejarnos tirados y agonizando con los harapos de nuestra piel tejen los trajes que lucen orgullosos y son capaces de vender hasta sus madres con tal de hacerse con un trozo más grande del pastel sangrado, por eso, cuando Diego Armando Maradona dijo a los periodistas que se la sigan chupando, tenía todo el derecho del mundo, ya que hicieron con él lo que no se debe, ir a matar, a hacer daño y nunca a aportar, por eso me uno a lo dicho por Diego, chupen, sigan chupando.
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